Llámame vintage, pero…
Últimamente veo LinkedIn lleno de hacks, hooks matadores para “romper el algoritmo” y fórmulas mágicas con siglas nuevas cada semana. Automatizaciones con IA que prometen crear 50 anuncios en lo que tardas en hacerte un café, plantillas que redactan solas los copies, y estrategias “revolucionarias” que, en realidad, huelen a rebranding de lo de toda la vida.
Y ojo, que no estoy en contra. Bienvenidas sean la tecnología y la eficiencia. Automatizar tareas repetitivas, reducir el trabajo manual tiene todo el sentido del mundo. Cuanto más dominemos las herramientas, mejor haremos nuestro trabajo. Pero una cosa es apoyarse en la tecnología, y otra muy distinta es olvidarse de los fundamentos. Porque sin ellos, lo único que escalamos es el error.
Porque mientras rebautizamos lo clásico para que suene moderno y sofisticado, corremos el riesgo de olvidar lo básico: el marketing sigue siendo el arte de entender a una persona, saber qué le duele, qué busca, qué le frena… y comunicarle, de forma clara y honesta, cómo podemos ayudarle.
Los principios siguen siendo los mismos
- Encontrar a la persona correcta.
- Contarle por qué tú eres su mejor opción.
- Y hacerlo en el canal y momento que realmente importan.
Lo demás, herramientas. Útiles, sí. Brillantes, a veces. Pero sin estrategia, son solo atajos para acabar en el mismo sitio.
A veces me siento vintage por seguir pensando que sin una buena segmentación, un mensaje que conecte y una propuesta de valor real, todo lo demás es pirotecnia.
¿Que la IA me puede ayudar a lanzar 10 versiones de un anuncio? Estupendo. Pero si no sé lo que quiere mi cliente, todas serán variaciones del mismo error.
¿Que puedo automatizar el lead nurturing con flujos de película? Fantástico. Pero si no hay una historia detrás, lo único que escalaré es el ruido.
Tecnología sí, pero con criterio
No se trata de elegir entre tecnología o fundamentos. Se trata de combinarlos con criterio. De evolucionar sin olvidar lo que ya funcionaba. Y de no perder de vista que el marketing, al final, no va de hacer magia… sino de encontrar a la persona correcta, con el mensaje preciso, en el momento oportuno y en el canal idóneo.